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Dignidad en medio del dolor – “Casa Mamá Antula”

En las calles humildes de Morón Sur, donde la desigualdad se hace carne y la exclusión parece una condena perpetua, se levanta una casa que no es solo un refugio, sino un grito de humanidad. Allí, en “Casa Mamá Antula”, la dignidad vuelve a tomar cuerpo. Arde una llama silenciosa, no hecha de fuego, sino de coraje, de resistencia, de esperanza nacida del dolor. Es la llama que sostienen las mujeres que llegan hasta aquí, sobrevivientes de violencias múltiples, portadoras de una fuerza que no se doblega.     

Estas mujeres llegan marcadas  por la violencia de género, por el consumo de sustancias tóxicas, por la falta de un hogar… No buscan lástima: buscan un lugar donde ser visibles, escuchadas, tratadas como lo que son: seres humanos plenos, capaces de rehacerse, de sanar, de volver a comenzar. Traen consigo cicatrices visibles e invisibles, cuerpos golpeados, almas desgarradas. Pero también traen una fuerza ancestral, la que nace de resistir lo insoportable y aun así, seguir en pie.

En “Casa Mamá Antula”, esa dignidad vulnerada no se restaura con discursos, sino con gestos concretos: un baño propio, una cama segura, un plato caliente, una palabra que no juzga. Cada acto de cuidado es un acto de amor, una afirmación radical del valor y dignidad que estas mujeres tiene como personas por eso, importan, merecen. Aquí nadie “da dignidad”; aquí se reconoce lo que siempre estuvo en ellas: esa luz inextinguible que ni la violencia, ni la pobreza, ni el abandono pudieron apagar.


MARÍA Y SOFÍA: dos mujeres resilientes


 

María llegó con el rostro desfigurado por los golpes de su expareja, aferrando a sus dos pequeños hijos, temblando de miedo…  En sus ojos, un mar de desesperación; en sus manos, el peso de un futuro incierto. “Casa Mamá Antula”, se convirtió en el ancla para su vida, en el lugar donde está sanando sus heridas físicas y emocionales, donde sus hijos encontraron la seguridad que les había sido arrebatada. La ayuda aquí no se limita a los cuidados inmediatos, sino también a la asistencia legal y psicológica necesarias para salir adelante.

Sofía, en cambio, fue despojada de su hijo por carecer de techo y recursos económicos suficientes para ofrecer una “mejor calidad” de vida a sus niños. La pobreza fue leída como incapacidad y la ley ignoró sentimientos, responsabilidades estatales y sociales. En esta casa impregnada del espíritu solidario, compasivo y evangélico, ella encontró reivindicación del valor de su persona, contención terapéutica, acompañamiento legal y el impulso necesario para luchar por la restitución del vínculo con su hijo. Hoy, su historia es una batalla viva contra un sistema que castiga la precariedad, en lugar de acompañarla y ofrecer alternativas dignas para los desposeídos.

 No es asistencialismo, se trata de justicia evangélica y social. Estas mujeres no son “pobres víctimas”, son sujetos de derechos, personas dignas de respeto, independientemente de su condición social o personal. Son sobrevivientes, tejedoras de su propia resurrección. Han perdido mucho: salud, hogar, hijos, paz… pero no han perdido su esencia humana y la dignidad que, aunque amenazada, herida, pisoteada, permanece, aunque invisible para la sociedad y el sistema; y es en esa situación que “Casa Mamá Antula” acoge, visibiliza, protege y cuida. Cada abrazo, cada ronda de mate, cada “estás a salvo” que se pronuncia entre estas paredes es un acto revolucionario. No porque sea estridente, sino porque devuelve humanidad allí donde el sistema la niega y la sociedad hace caso omiso de su grito y urgencia de justicia.

En un mundo que deshecha a quien cae, este hogar abraza, sostiene y eleva.

Casa “Mamá Antula” es más que un lugar: es un testimonio vivo de que la dignidad no se extingue, solo se oculta bajo el peso del abandono. Es un faro encendido por mujeres valientes que, a pesar del dolor, siguen cantando. Y su canto, lejos de ser de derrota, es de vida, de poder, de dignidad conquistada.

Pienso en Jesús, despojado de todo, incluso de sus ropas, antes de ir inocente, al peor de los castigos: la cruz; y, aun así, seguía siendo Él, el hijo de Dios. Nadie pudo arrancarle su esencia. Estas mujeres han perdido casas, hijos, salud, un lugar en el mundo. Pero hay algo que la violencia no les quitó: esa luz única, divina, que las hace irrepetibles e imagen de Dios. Casa Mamá Antula existe para arrodillarse ante esa realidad sombría, para avivar los destellos de luz hasta que vuelvan a ser fuego. La dignidad no es algo que te dan, es algo que llevas dentro, es naturaleza sagrada que espera ser reconocida. En este lugar, eso pasa cada día. Basta un gesto simple, fraterno y eterno, para que comience a renacer y empoderarse la dignidad humana. 

Pienso en Jesús, despojado de todo, incluso de sus ropas, antes de la cruz. Y, aun así, seguía siendo Él. Nadie pudo arrancarle su esencia. Estas mujeres han perdido mucho, pero hay algo que la violencia no les quitó: esa luz única, divina, que las hace irrepetibles.


SOBRE “CASA MAMA ANTULA”


 

“Casa Mamá Antula” está ubicada en la calle Grito de Alcorta 3457, Morón Sur. Es gestionada por Cáritas Morón en el marco de los Hogares de Cristo. Allí se acompaña a mujeres en situación de alta vulnerabilidad: víctimas de violencia de género, consumos problemáticos, situaciones de pos-aborto, embarazos de riesgo y emergencias habitacionales. Este espacio ofrece contención, acompañamiento terapéutico, apoyo legal y herramientas concretas para que cada mujer pueda reconstruir su vida desde el reconocimiento de su dignidad.

La comunidad de Morón, hace presencia evangelizadora en la Casa Mama Antula a través de la Hermana Cristher Arianny Mosquera M, quien desde la psicología y la esencia  del Carisma Amigoniano, ofrece todo  aquello que es signo de misericordia, de acogida y cuidado a la manera del Buen Pastor.

 

SOBRE MAMA ANTULA


 

María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como “Mamá Antula”, fue una figura destacada de la Iglesia Católica Argentina del siglo XVIII.  

Nacida en 1730 en Santiago del Estero, su vida estuvo marcada desde su adolescencia por una profunda espiritualidad y el compromiso inquebrantable con los más necesitados. Se rebeló contra la tradición patriarcal de su clase social por la que las mujeres debían casarse o hacerse monjas.  

Coherente con el compromiso bautismal a los 15 años decidió ingresar como laica consagrada en el beaterio jesuita de Santiago del estero, vinculándose decididamente a la obra evangelizadora de los Padres Jesuitas, siendo ella quien en tiempos de persecución religiosa y luego de la expulsión de la Compañía de Jesús de Argentina, arriesgando su propia vida, empezó a organizar los ejercicios espirituales según lo que había aprendido prolongó el Carisma y legado de San Ignacio de Loyola por casi todo el país. Se dedicó a atender a los pobres, los enfermos y los marginados, brindando consuelo, asistencia y un mensaje de fe y esperanza. 

Su nombre y su obra siguen vivos en la memoria colectiva como un símbolo de compasión y dedicación al prójimo, un ejemplo que continúa iluminando el camino para aquellos que se dedican a la labor social en su nombre.  Su historia es un faro de esperanza y un testimonio del poder transformador de la fe y la acción solidaria.

 

 


La canonización de Mama Antula se llevó a cabo el 11 de febrero de 2024, en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, por el Papa Francisco. Con este acto, María Antonia de Paz y Figueroa se convirtió en la primera santa argentina.


 

https://valoresreligiosos.com.ar/Noticias/mama-antula-la-heroina-que-nunca-dejo-de-luchar-7741

https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2023-12/mama-antuala-biografia-vaticano-libreria-editrice-vaticana.html

https://mamaantula.com/.

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