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“Estuve preso y me viniste a ver”

Comunidad Buen Pastor evangelizar, misión, Terciaria Capuchina

“La delincuencia siempre ha existido desde que el hombre es hombre. El pecado original fue el primer delito que se cometió y por eso sufrió, y sufrimos, el castigo que impuso Dios. Con la delincuencia nació la cárcel con el propósito de aislar de la sociedad al individuo que había cometido un delito. Se suponía que con el aislamiento y las penas corporales impuestas se lograría 34 el arrepentimiento y la rehabilitación del delincuente. En los últimos. tiempos, con los nuevos sistemas penitenciarios y las nuevas técnicas de tratamiento institucional del delincuente se trata de lograr su rehabilitación”[1]

[1] https://repositorio.celam.org/files/original/435/Pastoral_Penitenciaria..pdf

En la parroquia de la Inmaculada Concepción en Talagante, Santiago de Chile se encuentra la comunidad “Buen Pastor” en la que nuestras hermanas Marta Cecilia Ibañez V y Eunices Fernández F, hacen presencia evangelizadora, en diversos frentes pastorales; por este medio nos comparten 

una de las proyecciones misioneras que lidera la Hna. Eunices Fernández F, junto con un equipo de laicos sensibles a la realidad de los centros carcelarios..

Los delitos fruto de la injusticia

La pobreza que está tras las rejas, es la de jóvenes, que fueron niños en alto riesgo; miembros de familias disfuncionales, en ambientes de pobreza, con historias delictivas, desertores del sistema educacional e infractores desde niños y muchas veces con progenitores adictos a sustancias ilícitas.

Poco ha poco hemos venido sensibilizando a algunas personas y conformando un pequeño comité de pastoral penitenciaria con los que tratamos de acercarnos a la realidad de cada uno de los internos, jóvenes y adultos jóvenes de los 18 a 30 años. Algunos están en el grupo de los que trabajan en los talleres, mozos que cumplen condena y otros los “primerizos” que quedan a la espera del estudio de sus casos y los reincidentes.  

El derecho que tienen los privados de libertad a ser atendidos espiritualmente, según el credo que profesan, nos abre la posibilidad de entrar y acompañarlos eso sí bajo el cumplimiento de lo reglamentado para dicha acción.

Sin antes haber participado en esta pastoral, desde hace siete años todas las semanas vamos con el grupo de voluntarios para encontrarnos con el Cristo privado de libertad, que espera nuestra visita para saborear juntos unos minutos de plena libertad en el espíritu; para el encuentro se transforman los barrotes en ventanas, el olor nauseabundo en ambiente fresco de hermanos en el que se intercambian abrazos, saludos, anécdotas y lucen la mejor presentación personal posible desde el corte de cabello, ropa, los zapatos y  se ejercitan en buenos modales.

Fuera de las celdas en un rinconcito de sala de visitas, nos reunimos como pequeña comunidad cristiana, en la que aparece el sentido de familia y de hermanos; ambiente lo más humano y sociable posible que se construye con gestos, expresiones y palabras de cercanía y cariño.  Sentirse llamado por su nombre propio, tener un espacio alrededor de la mesa-altar con mantel, cirios y la Biblia, ya permite respirar un aire de libertad interior, de ver, convivir con hermanos que llegan gratuitamente a visitarlos y compartir con ellos el mensaje salvador de Jesucristo, que llama a sentirse amados y con oportunidad de soñar y trabajar por un futuro diferente.

Los compañeros de prisión se van trasformando en apoyo positivo para hacer de esta estancia y tiempo de “encierro” lugar de esperanza y soñar con una nueva oportunidad cuando lleguen el momento de la libertad. Los procesos que se van dando al descubrir su dignidad de persona humana, se manifiesta en la alegría, esperanza, en el respeto, capacidad de escucha, atención y silencio. Escuchar la Palabra, reflexionar, meditar, cantar y orar se trasforma en un momento significativo en la vida de los chicos y de los agentes de pastoral.

Programamos celebraciones especiales donde se comparte un tecito, un trozo de torta, refresco y bolsitas de útiles de aseo, gestos de solidaridad de otros hermanos cristianos que los recuerdan y les envían a todos los participantes de las comunidades cristianas que se congregan cada semana.

Dentro de la comunidad se han ido formando  monitores de los mismos chicos, que se encargan de ir anotando nuevos miembros, sus necesidades y de animar a la perseverancia en la vida de fe; distribuyen y custodian algunos materiales como libros para la lectura y objetos de culto.

El espíritu Santo que todo lo renueva e inspira los corazones de sus hijos, ha convocado y conformado desde hace dos años un nuevo equipo encargado de la pastoral de reinserción; comprometiéndose a animar esa etapa posterior a la prisión, en la comunidad “El Discípulo Amado” conformada con los hermanos que fueron acompañados por seis años en la cárcel y que han cumplido su condena y han vuelto a la libertad en la que necesitan  acompañamiento y asesoría en muchos campos para lograr autogestionar su vida en nuevas condiciones, proceso que no siempre es fácil, por la fuerte estigmatización que sufren en la sociedad.

Otros de los hermanos voluntarios y profesionales del derecho se comprometen a visitar a los hermanos reclusos extranjeros indocumentados, con la finalidad de lograr sus documentos de  identificación, y de apoyar sus procesos buscando que no sean olvidados e invisibilizados. Esta ha sido una experiencia de aprendizaje, de compartir objetivos humanitarios y de caridad con los laicos que dan testimonio de radicalidad en su compromiso y estimulan el servicio y proyección de la vida consagrada como Terciaria Capuchina para ofrecer la compasión y la misericordia del Buen Pastor, que reivindica y salva.

Hna Eunices Fernández Fernández

Comunidad Buen Pastor. Talagante

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