El Sínodo de los Obispos es en sí una Asamblea de Obispos de las distintas regiones del mundo, aunque el Papa siempre suele invitar además a Religiosos y laicos, hombres y mujeres, no solo como oyentes sino con la posibilidad de intervenir, ofreciendo su punto de vista. La Asamblea ordinaria se suele celebrar en octubre, cada tres o cuatro años. El sínodo de los Obispos es una institución eclesial antigua, que fue revitalizada por el Concilio Vaticano II (1965). La I Asamblea se realizó en octubre de 1967, y la última, la XV, en 2018. Además se han celebrado en este tiempo tres Asambleas generales extraordinarias y diez especiales de continentes o regiones.
A diferencia de los Concilios, que tienen capacidad para definir dogmas y legislar (siempre con la venia del Papa), los Sínodos son solo consultivos y tienen por misión primaria asesorar al Papa en el tema propuesto (diverso en cada Asamblea) compartiendo la visión de las diferentes realidades del mundo y reforzar la unidad como Iglesia universal.
Ahora, desde octubre de 2021, estamos ya trabajando a nivel de todas las Diócesis sobre la XVI Asamblea de Obispos que se reunirá en octubre del 2023, con el tema de la sinodalidad. Todos estamos convocados, por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. “Sinodalidad” quiere decir “Caminar juntos” y es lo que mejor realiza la naturaleza de la Iglesia, comunidad de creyentes unidos como hermanos, en torno a Jesús, Pueblo de Dios peregrino para llevar la luz del Evangelio, sembrando el amor y la esperanza a nuestro mundo.
Es deseo del Papa el que todo el Pueblo de Dios, pueda participar, es decir, todos los bautizados sin exclusión: obispos, sacerdotes, consagrados y fieles laicos, incluso quienes se encuentren en situaciones marginales. Que se viva un proceso eclesial participado e integrador, para que todos puedan expresarse y ser escuchados y aprovechar la riqueza y la variedad de los dones y de los carismas que el Espíritu distribuye libremente, para el bien de la comunidad y en favor de toda la familia humana.
Este caminar juntos requiere un proceso espiritual de escucha verdadera de unos a otros, de la tradición de la fe y los signos de los tiempos, para así discernir entre todos lo que Dios nos dice. El discernimiento comunitario ayudará a construir comunidades florecientes y resistentes para la misión de la Iglesia y que pueda caminar mejor junto a toda la familia humana, bajo la guía del Espíritu Santo.
Hna. María Elena Echavarren, TC